jueves, 17 de enero de 2013


Trabajo Final: Maternidad Voluntaria y Derecho al Aborto como derechos fundamentales de las humanas

      Uno de los derechos de los que poco se habla en la sociedad, a pesar de que en el mundillo de las militantes feministas ya nos resulta casi un cliché es el derecho al aborto. Pero aun menos difundido es algo más integral que es el derecho a la maternidad y a la lactancia voluntaria. Volviendo a la experiencia personal puedo narrar que mi vida cambió cuando salieron esas rayitas en el test de embarazo y que mi vida no volvió a ser la misma.
      Primer punto importante a resaltar: mi maternidad fue y es voluntaria, planificada y día a día feliz o con altibajos pero sigo en la búsqueda de la armonía familiar. Repito esto de voluntaria pues creo que casi nadie, o por lo menos pocas personas se preguntan si quieren ser madres, o por tradición, sujeción de género, mandatos sociales, etc, les viene impuesto per se,
   Cuando se habla de los derechos que tenemos por ser mujeres, muchas veces se vuelve al argumento arcaico de la Naturaleza femenina. Algo así como si al salir al mundo de la vida extrauterina naciéramos con un manual de instrucciones, tipo electrodoméstico ultramoderno y con innumerables funciones, y con ellas nos bastara para vivir. Siguiendo a Simone de Beauvoir les digo que cada día más creo que la Mujer se hace y no se nace.[1] Nadie nos prepara para los dolores, las angustias, las inseguridades que nos sofocan y que vienen con el estado de volverse madre, o mejor dicho de ser hija, novia, obrera y además en un determinado momento adquirir el status de madre.
   Creo que en esta gran novela mitológica que se ha propagado oral y por escrito sobre la maternidad hay muchos y muchas cómplices, además de que resulta casi un grito desesperado como se recurre a la maternidad como imperativo de superviviencia de la especie. Ya desde el nacimiento se eligen colores, juguetes, hasta se quiere imponer una determinada personalidad si se es niña o niño. Siempre renegué de todo eso, cuando era pequeña mi madre quería que aprendiera a doblar ropa, ordenar, limpiar, cocinar, esos eran los deberes que debía cumplir, me estaba preparando para cuando fuera madre-esposa. Lamento decir que casi nada de eso lo aprendí con ella en ese momento, es más puedo decir que mayormente aprendí todo cuando me mudé a Paraná dejando la casa de mis padres  en Bahía Blanca mil kilómetros de distancia. Aclarando, obviamente, que algunas de las cosas que mi mamá me quería transmitir todavía me niego a realizarlas por considerarlas tareas de servidumbre en el sentido estricto de ser esclava. Una de ellas es el planchado, ya le devolví a mi mamá la plancha pues me ocupaba espacio y no la usaba nunca.
   Ustedes se preguntarán: ¿qué tiene que ver todo eso con los Derechos Humanos? O quizás no, pero apelo a su infinita paciencia. Los derechos de las humanas han sido vituperados por al menos dos mil años. Desde que Virginia Woolf habló sobre Mary Kingsley tenemos una muestra clara de la discriminación por género en el acceso a la educación: No sé si alguna vez le dije que el permiso para aprender alemán y el estudio de dicho idioma representó cuanta educación de pago he recibido. En la educación de mi hermano se gastaron dos mil libras que todavía espero que no fuera un gasto en vano.[2] Considero que esa fue la primera desigualdad pero creo que se relaciona directamente con el hecho de que aun hoy en día cuando estamos en la era de las comunicaciones, muchas mujeres, especialmente las más vulnerables y marginadas, son ignorantes de la mayoría de sus derechos. Lo que sucede es que seguimos recibiendo el veto mediante las instituciones conservadoras que no conciben el avance de los derechos y el reconocimiento de nuevos derechos aplicados a nuevas situaciones, elecciones o decisiones políticas en concordancia.
   Ese es un punto al que quiero arribar muy especialmente. Cuando pienso en instituciones conservadoras, lo primero que se viene a mi mente es la Iglesia Católica así como otras instituciones religiosas con similar discurso pero todavía sin tanto poder. En la moral católica hay muchas prácticas denegatorias de los derechos de la mujer, desde la prohibición de que las mujeres sean sacerdotisas hasta que usen métodos de prevención de embarazos, pasando por una multiplicidad de prohibiciones absurdas que se tornan irracionales para cualquier persona. Recuerdo que hace no mucho tiempo, cuando Ratzinger fue a Camerún su declaración en torno al tema del SIDA: A bordo del avión, Ratzinger dijo que el sida "no se puede resolver con eslóganes publicitarios ni con la distribución de preservativos", y que éstos, "al contrario, sólo aumentan los problemas". "La única vía eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad", añadió, "una renovación espiritual", destinada "a sufrir con los sufrientes". Es decir, abstinencia y oración.[3] Esta actitud de parte de un ministro de la Iglesia y no de cualquier ministro sino el máximo exponente. Según la grey católica el representante de Dios en la Tierra, que por su importancia y función tiene responsabilidades políticas y religiosas, lejos de ser conciente de su influencia en la comunidad que lo instituye como líder vierte su opinión sobre una enfermedad que afecta a miles de africanos y probado está que la única medida preventiva efectiva es el uso de preservativos. Esta actitud y su sentencia son criminales y merecerían un repudio masivo de sus fieles en todo el mundo.
   La Iglesia Católica junto con las Evangélicas y otras congregaciones religiosas son las principales opositoras a que las mujeres gocemos de nuestros derechos, especialmente de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo, nuestra maternidad, nuestra vida está bajo el escrutinio de diversas corporaciones, la religiosa, la médica y la farmacéutica. Nuestros embarazos son medidos, controlados y reglamentados por la corporación médica, nuestros derechos cercenados por la corporación religiosa y nuestros dolores, enfermedades y carencias por la farmacéutica. Me pregunto: ¿cuándo nos toca decidir a nosotras? Porque el cuerpo que cambia, se adapta, engorda, y, en ciertos momentos, se vuelve extraño a nosotras es un cuerpo de mujer, el de cada embarazada y madre; y aunque suene redundante es nuestro cuerpo, no es público ni objeto de escrutinio o reglamentación por parte de ninguna persona o institución. Eso parece estar olvidado por quienes dictan las políticas de salud, por quienes legislan y penalizan el derecho a la maternidad voluntaria y por lo tanto el derecho al aborto.
   Para comenzar la conclusión quiero volver a las hipótesis que planteé en un principio y agregar otras que pueden clarificar la temática: Maternidad voluntaria y derecho al aborto serán posibles si podemos asegurar el acceso a la educación e información para todas las argentinas, en segundo lugar si la política de salud comienza a ser planificada e incluye una perspectiva de género y no sigue viendo a las mujeres como objeto de las corporaciones médica, religiosa y farmacéutica. En tercer lugar que se comprenda que el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo es un derecho supremo para las mujeres y no está en debate. En cuarto lugar, para asegurar la consecución de todos los anteriores puntos son necesarios dos elementos definitorios: un mayor presupuesto real destinado a la salud de las mujeres y la separación definitiva del Estado y la Iglesia, pues al sostener un culto se afirma que en ese Estado se permite la opinión de un actor que tiene sus propias funciones y no debe interferir en cuestiones de salud pública. Pues si se sigue oponiendo a los derechos de la mayoría de las mujeres se incurre en la figura de discriminación, dado que como todos los credos que son practicados en la Argentina podrían participar de las estrategias y políticas nacionales de salud sería impracticable cualquier medida efectiva si es necesario consultar a ministros de más de mil religiones distintas. Por lo tanto la injerencia de los cultos religiosos en las estrategias políticas y las decisiones acerca de salud pública debe ser nula.
   Una vez clarificadas las hipótesis puede comprenderse que la política de salud es machista, en múltiples ocasiones atenta contra la voluntad y la libre elección de las mujeres, tiene sesgos religiosos pues los mismos ministros y cuadros políticos más importantes confiesan sin ningún prurito su fe religiosa y plantean que ellos como cristianos que son no pueden otorgar derechos que son contemplados por la Organización de Naciones Unidas en la Resolución 47/2 que trata sobre la Incorporación de una perspectiva de género en todas las políticas y programas del sistema de las Naciones Unidas*.[4] Al cual Argentina[5] suscribe como a tantos pactos internacionales que suponen un avance progresivo en los derechos de diversos colectivos, y que como Estado comprometido con la defensa y promoción de los Derechos Humanos debe difundir.
   Por los puntos anteriores delineados brevemente en los dos párrafos anteriores puedo concluir que para alcanzar las metas en cuanto a implementar las políticas, las condiciones materiales y el ejercicio pleno de nuestros derechos, puntualmente dos derechos que están en consonancia los mencionados anteriormente Derecho a la Maternidad voluntaria y al Aborto es necesario reformular las políticas nacionales de salud cumpliendo con una demanda puntual y urgente de las mujeres para poder planificar su familia en el tiempo y la forma que las mujeres decidan. Para esto sería imperativo aplicar el principio de equidad y que se informe a todas las mujeres en los centros públicos de salud de todo el país sobre sus derechos en forma extendida y efectiva acerca de sus derechos y la posibilidad de practicarse las intervenciones quirúrgicas de forma gratuita en hospitales públicos de todo el país. Atendiendo a que es una demanda de orden público y civil, más allá de que quienes puedan ejercer como médicos, promotores de salud, abogados y demás mediadores y difusores puedan tener para sí una concepción religiosa o no. Por lo tanto se sugeriría que si habría objetores de conciencia, estos puedan figurar en un registro para poder ser reemplazados cuando las ciudadanas pidan que se realice un aborto quirúrgico o algún tipo de intervención farmacológica que resulte en el mismo fin.


[1] BEAUVOIR, Simone de, El segundo sexo, Gallimard, París, 1949
[2] GWYNN, Stephen, The life of Mary Kingsley, p. 15. Cita tomada de WOOLF, Virginia, Tres Guinéas, Quentin Bell and Angelica Garnett, Londres, 1938
[3] http://elpais.com/diario/2009/03/18/internacional/1237330807_850215.html. Diario El País, archivo del 18 de Marzo de 2009.
[5] Desafíos para la igualdad de género en la Argentina. - 1a ed. - Buenos Aires: Programa Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD, 2008.

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